domingo, 21 de setembro de 2014

EL DESPERTAR

EL DESPERTAR
Cuando despertó se encontraba en una celda sucia y fría. Muerto de miedo. No sabía si era realidad o ficción. Su vida siempre había sido una ficción. Una aventura, una novela.
A sus 23 años conoció a la mujer de su vida, nunca se había dado cuenta de que lo era hasta ese momento, en su despertar en esa celda. Su bagaje, esa maleta que siempre había llevado a cuestas desde su infancia, le había impedido ver la realidad de su vida y conocer lo que le rodeaba, eran como espejos a su alrededor donde sus imágenes se convertían en nuevas historias, en novelas sucesivas de acontecimientos nada venturosos, pero siempre esperanzados.
Deambulando por el devenir de la vida, partió sin rumbo a sus 17 años y no volvió a encontrarse. Se perdió en el camino de la vida desde muy pronto, la fantasía y la irrealidad se convirtieron en su existencia, haciendo de su vida un mundo paralelo a la vida de los otros seres humanos que lo rodeaban, pero siempre alejado de ellos. Como un ente extraño en un planeta habitado por seres inertes y carentes de sentimientos. Por malvados, por brujas, por falsos, por gañanes, por seres defectuosos, fetos incompletos, faltos de desarrollo evolutivo individual y colectivo, que sólo buscaban sus perdición.
Una madre intolerante, maltratadora  y caprichosa, un padre sometido, una tía alcohólica y un hermano protegido y adorado, habían sido su referente desde pequeño, un referente que le hizo ver que él no era nada, que no era nadie, el eslabón perdido de una cadena en donde la cuenta al llegar a él se había perdido y roto.
Descolgado, descolocado, desquerido, desahuciado optó por crearse la realidad del “Principito” en el planeta perdido y regando su propia flor, olvidó que había jardines llenos de flores que esperaban ser regadas.
Desapareció un día, sin saber siquiera si había existido, quién era, a dónde iba… y se encontró allí, de repente, solo, en esa celda y su planeta se desmoronó. Su mente se desmoronó y creyó que su vida se había desmoronado, pero no, ahí despertó a la vida.
Jose nunca había visto la realidad, pasaba por su lado como la gente en las escaleras mecánicas de un gran centro comercial, todo era desconocido para él, aunque creía que lo conocía que lo sabía todo, que era cierto lo que él veía, que los que no veían eran los demás. Que era el baluarte del bien y del mal. El más sabio.
Hasta conoció el amor, su amor, lo que él, en su mundo de fantasía paralela a la realidad humana y consecuente con su devenir, creía que era el amor, una pizca de engaño, un poco de miedo, una defensa a ultranza de su mundo interior, su propia creación, su propio ideal, su propio yo, ese era el amor, que debía defenderse incluso a través de la violencia verbal y física que su madre le había enseñado, como él lo veía, como él imitaba, como para él era el amor, silencio. Aunque él entendía que eso era entrega. Nadie le había amado, nadie le había enseñado. Eso creía.
 Su planeta de Oc se fue haciendo más grande y más grande, el abismo del silencio y la cerrazón, el miedo a perder lo que nuca tuvo, porque nunca lo tomó, porque nunca lo compartió, le fueron enterrando en un pozo sin salida y se acostumbró a vivir allí. En una mentira. En una mentira que para él era la pura realidad y el mundo en el que todos deberían vivir. Se acostumbró a vivir en la soledad disfrazado de lo que no era y queriendo hacer ver lo que quería ser.
Alguien vio el interior de esa alma descarriada y perdida y se colocó a su lado, le ofreció su mano y su amor, y él se la dio, pero como él daba la mano, sin apretarla, sin agarrarse, sin comprometerse, seguía regando su flor, y fue regando ese amor de mentiras que para él eran verdades, porque no podía ser él, sino aquel que él creía que debía ser. El escritor de su propia novela donde la antagonista era la culpable de su desazón, ese ser malvado que existe en todas las novelas cuyo único fin es destruir al protagonista y su mundo.
El mundo que Jose había construido era un mundo ideal. Había pasado de su mundo irreal a su mundo ideal, cual la definición platónica de la realidad y del mundo, tan inspirado en el filósofo que su amor se constituyó en un amor platónico, ideal que no podría ser destruido con la fuerza de la verdad, y fue construido con la defenestración de la mentira como fuerza motora de su construcción.
Y así vivió años y años de errores, de miedos, de pérdidas… y mató al amor, a su antagonista, a su enemigo más querido, porque en su mundo ideal, cualquier cosa era válida para la salvación de su realidad irreal y para mantener la mentira de su mundo que flotaba sobre el helio universal de la nada. En el vacío.
Empezó a construir un mundo de fracaso en el que él nunca era el culpable, en el que todo tenía justificación. Nació con una pequeña pelota de lana de mentiras y fue tejiendo, cual una Penélope que espera a su viajero esposo Ulises, una madeja que nunca se deshacía, sino que crecía y crecía sin fin.
Pero el fin llegó. Un negocio desafortunado, un ultimátum a su modo de vida, un abandono, un hermano avaricioso y egocéntrico le arrastraron a un aeropuerto donde puso fin a su vida.
A sus 52 años partió de nuevo en busca de su destino. En busca de una solución en su realidad paralela. En busca de la solución definitiva a lo que nunca tuvo y siempre quiso, a aquello que creía haber perdido y que nunca había tenido, porque siempre había estado perdiendo el tiempo regando su flor, sin ver, de nuevo, como siempre y hasta entonces, el jardín que había a su alrededor, lleno de flores aromáticas deseosas de envolverlo en sus fragancias armoniosas y protectoras.
Creyó haber perdido el amor, la fe, y la fortuna. ¡Cruel realidad la de aquellos que creen haber perdido lo que nunca han querido tener y no han sabido ver! Pero la de Jose no era una vida, era una novela de ficción que él mismo había creado para protegerse del mundo en el que no le gustaba vivir, y al que no había sabido adaptarse nunca. Tal vez porque no se creía invitado a estar en él.
La avaricia de su hermano y la desazón de su corazón, perdido en un mar de lamentaciones que todavía no sabía comprender, que eran única y exclusivamente efecto de la causa de su vida azarosa y sin rumbo ni sentido, de su engaño, lo llevaron al oficio de mulero. Un oficio próspero, que llenaría de nuevo de agua el regadío de su flor, que ahora tenía nombre de mujer, porque esa mujer se había convertido, en su fantasía, en el símbolo de lo que siempre había querido y nunca había tenido, sin saber, que lo había tenido todo y había perdido su vida entre mentira y mentira, y fantasía y fantasía. ¡Sólo con haber puesto un pie en el planeta de los otros seres inertes que pululaban a su alrededor se habría dado cuenta antes de su error!
Entre error y error se vio en un aeropuerto, con las manos atadas a unas frías esposas, sin percatarse de que ya había estado atado a unas frías esposas toda su vida, y que otra esposa, la de la libertad, había sido entregada a él 28 años atrás y no la había visto. ¡Qué mejor atadura que aquella que le unía a la felicidad!
En la fría celda, la realidad cayó sobre él como una losa. Unas prendas de ropa mal impregnadas de droga y puestas allí para su destrucción final, y para cubrir un pase mayor, habían abierto la puerta de su libertad, abriendo para él las puertas de una celda.
El chico de la novela, el protagonista de la novela, volvía a ser el protagonista, pero esta vez era protagonista de la realidad, no de una novela de ficción como siempre había sido, y ese protagonista de la realidad, de repente, deja de ser personaje y se convierte en autor, no de su propia vida, de la que siempre lo había sido sin éxito, sino que se integra en el planeta en el que viven el resto de los seres humanos, deja de regar su flor y se da cuenta de que vive en un mundo real, duro, y lleno de fracasos, producidos, siempre, por nuestros propios errores, por vivir de sueños y no de realidades, por no saber ver ni leer en los ojos de los demás, en el corazón de los demás, por mirar en espejos cóncavos y convexos, en espejos esperpénticos que onubilan la razón y no nos dejan ver la luz al final del camino.
El personaje inventado por Jose se convierte en el creador de otras vidas que más cerca de la realidad que la suya propia, se convierten en los personajes de su novela. Personajes reales, con vidas reales, con sueños reales frustrados y con vidas reales cargadas de errores y fracasos como la suya propia, ya no está solo en el mundo, alrededor de su planeta de fantasía hay otros planetas con sus propias fantasías, y todos van a parar ahí, como los ríos van a dar a la mar, al mar de la prisión más oscura, más dura y más cruenta, pero menos, en muchos casos, que lo que les llevó allí, que sus propias vidas. Conoce el amor de amigos, el cálido abrazo bañado en el dolor y la comprensión, conoce la amistad en estado puro, la solidaridad, el respeto, y también la maldad en su estado más primigenio.
Todos están recibiendo el castigo a unos actos delictivos, están en prisión, no en el hotel “Maravillas” de la comedia más famosa del Boulevard de la capital, pero… ¿no será que han salido de prisión, no será que, como Jose, necesitaban llegar ahí para empezar de nuevo, para verse, para conocerse, para enfrentar la realidad de sus vidas y dejar de vivir en sus sueños fantasiosos?
“El tiempo de los olvidados”  es el tiempo de los reencontrados, el tiempo en el que aquellos que perdieron sus vidas se reencuentran consigo mismos y con los demás seres humanos, lo mejor y lo peor de todos ellos, y se dan cuenta de que sus vidas fueron y son una pérdida de tiempo, es una denuncia a la realidad de las cárceles argentinas, pero es una denuncia de su propia realidad, y de sus propias vidas,  de unas vidas perdidas que pueden ser renovadas y salvadas.
Es el principio de una vida nueva. Cada uno de los protagonistas de la novela se ha conocido a sí mismo, y si quieren pueden volver a empezar a vivir y triunfar, ser quien siempre han querido ser, quien siempre han debido ser, quien siempre han sabido ser, aunque hayan perdido muchas cosas en el camino. Porque, la vida es un devenir lleno de obstáculos que podemos salvar si deseamos hacerlo con el corazón, si no nos dejamos engañar por nuestra mente y nuestros irreales sueños, porque si nos damos cuenta de que venimos aquí a aprender, deberíamos saber que hay caminos más cortos y rectos para llegar a la verdad, que no andar perdidos en recovecos que nos llevan más tarde a lo que verdaderamente deseamos y debemos vivir. Pero, algunos de nosotros, preferimos el camino más largo y más duro, y esa lección de vida nos hace grandes.
Jose vivió un sueño convertido en pesadilla cuando vivía en su planeta y su flor, su pesadilla se convirtió en sueño cuando vino al mundo de los humanos comunes a vivir y enfrentarse con el resto de los seres humanos.


Y en la soledad y frialdad de esa triste celda, despertó.